El impacto sufrido a nivel mundial por la pandemia del Covid-19, no sólo interfirió en el día a día de la población general, sino que la esfera de la salud mental se ha visto afectada de manera muy significativa
Los pacientes con Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) han sido un grupo especialmente vulnerable a la situación de confinamiento debido a las dificultades de haberse tenido que adaptar a un nuevo estilo de vida donde perdían el control situacional que previamente mantenían de manera prácticamente absoluta. Esta situación ha generado un gran interés en el estudio de factores relacionados, así como las consecuencias que todo ello generará a largo plazo. Los primeros estudios ya hablan de que los efectos del Covid-19 en pacientes con TCA son todavía desconocidos, aunque anticipan un mayor número de casos de TCA, una mayor gravedad de la sintomatología y un incremento del servicio de urgencias y de la carga de los cuidadores por la falta de tratamientos rápidos y efectivos.
Indudablemente, el confinamiento y la limitación social que ello conllevaba, ha sido el principal factor de riesgo tanto de la restricción alimentaria como de la ingesta excesiva e impulsiva que gran parte de la población ha sufrido. Un estudio realizado en Hong Kong (Chan & Chiu, 2021) estudió de manera conjunta los cambios en la dieta, los síntomas propios de los TCA, la ansiedad, la depresión y también, el bienestar psicológico. Encontraron que el 86,1% de los participantes, sin un previo diagnóstico TCA, realizó al menos un cambio en la dieta durante este período de tiempo. Además, el 46,2% de su muestra clasificaron su estilo de alimentación como insana, lo que llegó a aumentar, hasta el 25%, la probabilidad de que dichos sujetos, a pesar de no tener un previo diagnóstico del trastorno, pudieran llegar a padecerlo. Este suceso generó de manera generalizada un aumento en la ansiedad y de depresión por el sentimiento de culpa al observar un cambio de la imagen corporal, generando a su vez, una insatisfacción con el propio cuerpo. Estos resultados evidenciaron el aumento en la probabilidad de padecer un TCA en aquellos individuos que habían realizado cambios en sus dietas, así como una mayor probabilidad de sufrir ansiedad o depresión.
Bajo la misma idea, estudios realizados en hospitales de Barcelona, muestran como en tan solo las 2 primeras semanas de confinamiento, los pacientes con TCA percibieron más preocupaciones vitales tanto a nivel laboral, social o personal entre otros; se incrementó un 38% la gravedad de la sintomatología presentada; hubo un aumento de un 56,2% de los síntomas de ansiedad adicionales; y el estrés que todo en su conjunto generó, potenció la alimentación emocional que presentaban (Fernández-Aranda et al., 2020).
Todo ello ha podido verse agravado por la nueva situación y la reorganización del día a día. El tener que compartir el día a día con los demás miembros del hogar, ha generado una gran inestabilidad emocional por el sentimiento de pérdida de control de la situación, así como no disponer de momentos íntimos en los que conectar con uno mismo sin presencia de otros. La presencia de un mayor número de personas en todas las comidas, generaba sentimientos de irritabilidad al encontrar más dificultades para realizar la sintomatología propia del TCA; contrariamente a ello, este hecho ha facilitado que sea más fácil la detección de posibles conductas relacionadas con el TCA o con su desarrollo.
De la misma manera, el tratamiento ha tenido que adaptarse a la situación descrita, por lo que solo se realizaban visitas en los casos más graves y, el seguimiento terapéutico se ha visto obligado a realizarse vía telemática, lo cual implicaba una mayor dificultad en casos de posibles autolesiones. Asimismo, el aumento de tiempo en el hogar, ha incrementado el uso de redes sociales, consiguiendo en muchos casos que el sentimiento de soledad o desamparo pudiera reducirse; no obstante, también ha producido el efecto contrario a consecuencia de la multitud de “retos fitness” y de excesivos autocuidados en la alimentación que se compartían diariamente por las redes.
En conclusión, viendo la evolución de los efectos de la pandemia sanitaria en pacientes con Trastornos de Conducta Alimentaria y siendo conocedores del alcance que puede tener, se realza la importancia de llevar a cabo un tratamiento individual e integral, demostrándose la necesidad de un cambio de modelo de atención mediante métodos más eficientes y eficaces con tal de evitar una futura pandemia en salud mental (Fernández Aranda et al., 2020).
Bibliografía:
El Servicio de Psiquiatría, Psicología y Medicina Psicosomática del Hospital Universitario Quirón Dexeus tiene 35 años de existencia. Desde sus inicios siguió el modelo de conjunción que aúna los conocimientos de la biología del Sistema Nervioso –y sus consecuencias terapéuticas, los psicofármacos- y las psicológicas, basadas en las teorías del aprendizaje y con un sólido fundamento científico, siendo su corolario terapéutico la terapia cognitivo-conductual.
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